Desde el punto de vista de Comunidades de Aprendizaje, se entiende que todos los espacios del centro pueden llegar a ser educativos, dependiendo del enfoque, el modo de trabajar en esos espacios y la finalidad educativa de que se trate. Si esto ocurre en general en todos los espacios, tanto más en el caso de las bibliotecas y aulas de informática, a lo que sumamos la necesidad de poner todos los recursos de los que dispone el centro al servicio de la comunidad, de igual manera que dicha comunidad debe contribuir en la medida en que le sea posible con la aportación de recursos humanos o incluso materiales.
En la biblioteca tutorizada, por ejemplo, “acuden alumnos y alumnas voluntariamente para poder realizar las tareas escolares, resolver dudas, llegar lagunas académicas…” (Aretxaga y Landaluce, 2005:214), y pueden estar a cargo del profesorado o de algún voluntario, familiar, etc… Se trata de que las bibliotecas sean aprovechadas como lugar para interaccionar con otros compañeros, con algún adulto o voluntario, con el profesor… de manera que se conviertan en espacios de máximo aprovechamiento educativo, donde acudan los alumnos y alumnas a estudiar, comentar dudas, leer, charlar sobre algún tema…
El papel de las personas adultas en estas bibliotecas, por tanto, no es solamente controlar el acceso al material, sino interactuar con los niños y niñas, apoyarles en sus actividades, ayudarles… Se promueve el aprendizaje así no solo del alumnado, sino también de las personas adultas, promoviendo la tertulia espontánea sobre lo que están leyendo, sus impresiones… Se requiere en estas bibliotecas, por tanto, la coordinación entre todas las personas que la atienden, y tener criterios comunes sobre funcionamiento, uso y acceso (Vega, 2005:227-228).
Y en el caso del aula de informática, la intención es la misma, aunque aquí debemos añadir todas las implicaciones que traen consigo la alfabetización digital y la utilización de recursos propios de la sociedad de la información. Muchos de nuestros alumnos y alumnas no disponen de conexión a internet, y muchos de nuestros familiares nunca se han acercado a un ordenador ni conocen las posibilidades de internet. Partiendo de la base de que tanto las bibliotecas como las aulas de informática deben ser espacios abiertos a la comunidad, en el caso de las aulas de informática podemos hacer una gran labor de mejora de los aprendizajes y de igualdad de oportunidades si por ejemplo formamos a nuestros familiares para la utilización de internet, o proporcionamos acceso a la red a todo el alumnado fuera del horario lectivo. Por ejemplo, en muchas Comunidades, las salas de internet son utilizadas unas horas por las alumnas y alumnos, otras horas por sus familiares y otras horas por las familias, es decir, conjuntamente alumnado y sus familiares (Flecha y Puigvert, 2002:s.p.).
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