Una propuesta metodológica basada en la negociación y la evaluación
Las siguientes líneas tienen como finalidad presentar la metodología de aula que he estado desarrollando durante estos tres últimos años.
En primer lugar, me gustaría explicar muy brevemente cuáles fueron los motivos que me movieron a ir introduciendo (paulatinamente) cambios en mi práctica docente.
En el curso 2005-2006, formaba parte de un grupo de trabajo de “Investigación-acción en el aula”. Nuestro principal objetivo era el de diseñar o elaborar y llevar a la práctica determinadas actividades en las que se promovieran la autonomía y la participación del alumnado en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de modo que fueran ellos mismos los que fueran construyendo su propio conocimiento. Pero pronto decidimos que había que dar un paso más. La enseñanza en los valores de una sociedad democrática, libre, plural, tolerante, etc., tenía que impregnarlo todo; por eso, el uso de cualquier recurso metodológico debía encaminarse a la participación cotidiana y activa del alumnado en el propio proceso educativo y en la vida del centro o, al menos, del aula, desempeñando el papel principal de su propio desarrollo y el de su comunidad, para alcanzar la realización plena de sus derechos. Sabíamos que involucrar al alumnado en la toma de decisiones, aumentaría su confianza y su autoestima, al sentir que sus opiniones eran valoradas y tenidas en cuenta y que sería la única vía que posibilitara un trabajo conjunto para encontrar soluciones e iniciar el cambio.
Hasta ese momento, desde que empecé a trabajar en secundaria, me había esforzado por transmitir los conocimientos que me marcaba la ley (me obsesionaba por terminar el temario) y, aunque me planteaba constantemente cuál sería la mejor forma de explicar esos contenidos (por supuesto, también transversales) e intentaba buscar actividades que motivaran a mi alumnado, todo este conjunto de herramientas metodológicas, no dejaban de estar inscritas dentro de una práctica docente fundamentalmente tradicional, en la que la participación y la autonomía del alumnado eran bastante limitadas. Al ser la enseñanza que impartía completamente dirigida por mí (en cuanto a agrupamientos, recursos, actividades, evaluación...), no tenía cabida el autoaprendizaje, ya que los contenidos eran ofrecidos a alumnos y alumnas de forma acabada, teniendo ellos y ellas únicamente que adquirirlos y reproducirlos en un examen. Por otra parte, se me hacía muy difícil el simple hecho de pensar en introducir cambios sustanciales, siendo la mía una asignatura instrumental, de tanto “peso” y tradición en el sistema educativo (lengua y literatura).
Así, por una parte, experimentaba día a día en el aula la necesidad de hacer las cosas de otra forma (era evidente que lo que hacía hasta entonces no funcionaba como yo pensaba que debía hacerlo) y, por otra, como supongo que nos pasa a muchos profesionales de la educación, era bastante resistente al cambio.
Al final del primer trimestre, decidimos leer Por fin libres, de Daniel Greenberg, que presenta la experiencia educativa de Sudbury Valley School. Como se puede leer en la contraportada del libro: “Sudbury Valley es un lugar en el que la democracia es una realidad. Aquí, las personas deciden por sí mismas cómo utilizar su tiempo (…). Esta libertad es el corazón de esta escuela.”
En Sudbury parten de la curiosidad de las personas que estudian allí, así como de su creatividad y de los talentos exclusivos que todos tenemos. Por lo tanto, el alumnado de Sudbury parte de sus propios intereses para ir construyendo, a partir de ahí, nuevos aprendizajes; esto dará lugar a grupos heterogéneos (también en edad) en los que todos aprenden de todos (incluidos los adultos). Así, en Sudbury, cada cual adquiere responsabilidades y decisiones y asume las consecuencias.
La lectura de este libro fue un revulsivo para mí; a partir del segundo trimestre, entusiasmada y animada, me propuse informarme acerca de cuáles eran los cambios que podía empezar a introducir en mi aula, con mis alumnos y alumnas, para situarnos en ese camino de construcción de una ciudadanía responsable, que fuera capaz de asumir los valores propios de la sociedad democrática en la que vivimos (solidaridad, igualdad, respeto, libertad, justicia...). Esperaba que, poco a poco, con la ayuda de los compañeros y compañeras que ya habían empezado a trabajar en este sentido (fundamentalmente Luis Ibáñez, coordinador del grupo de trabajo, que ya llevaba unos años poniendo en práctica esta metodología y que me animó y me asesoró cuando decidí adaptarla a mis clases) y de otras experiencias parecidas a las que accedí a través de la lectura de distintas publicaciones sobre educación, fuera desechando los miedos que me provocaba el hacer las cosas de forma distinta.
Para empezar, era necesario cambiar la mera transmisión de unos conocimientos memorísticos y repetitivos, carentes de significado para el alumnado, por otros más cercanos a sus intereses vitales, que además favorecieran su capacidad comunicativa en su propia realidad social. Por otra parte, me parecía fundamental el desarrollo de un sentimiento común de cambio en la estructura jerárquica y autoritaria que impregnaba hasta entonces el aula (y, por supuesto, el centro educativo) y que, evidentemente, fomentaba la desigualdad e impedía la autonomía, la participación y el diálogo igualitario.
En definitiva, y resumiendo, la propuesta metodológica que voy a exponer a continuación y que es, en esencia (aunque después de cada revisión voy introduciendo algunas variaciones y matices), la que llevo poniendo en práctica desde el curso 2006-07, nace de la necesidad de cambio que, en su momento, entendía que existía en relación con mi práctica docente. Los motivos esenciales que me llevaron a trabajar de un modo distinto fueron los siguientes:
El elevado número de suspensos que tenía en mi asignatura.
La inutilidad del examen tradicional como único o principal instrumento de evaluación.
La escasa motivación, implicación, participación y autonomía de mi alumnado.
No estaba satisfecha con la atención a la diversidad en mi aula.
Ponía un énfasis insuficiente en la adquisición de las competencias básicas, a pesar de las carencias detectadas en mi alumnado en cuanto a comprensión y expresión oral y escrita, establecimiento de relaciones entre contenidos, falta de hábito de trabajo en grupo, poca capacidad de decisión…
Tenía que adaptarme a las nuevas necesidades que me estaba demandado un alumnado “hijo” de la era de la información, en una sociedad en la que tenemos al alcance tantísima información gracias a las nuevas tecnologías, se necesitan personas capaces de manejar, seleccionar, reflexionar y reelaborar esta información
Dicho esto, paso a exponer de forma sucinta cuál es mi plan de trabajo, que pone el énfasis, principalmente, en la NEGOCIACIÓN y la EVALUACIÓN:
El primer día de clase, les planteo a mis alumnos y alumnas la posibilidad de trabajar con una metodología diferente a la que normalmente se lleva a cabo. Por supuesto, este plan de trabajo se presenta sólo como una opción, siendo el alumnado el que tiene la última palabra en cuanto a que finalmente se lleve a cabo o no. También es posible adaptar el enfoque metodológico inicial que yo propongo, cambiarlo, o incluso regresar a una metodología más de tipo “tradicional” en la medida en que mis alumnos y alumnas y yo lo negociemos.
En esta primera sesión también hay que hacerlos conscientes de que tienen que ser responsables de lo que hacen y asumir las consecuencias, así como de que a partir de ese momento, la marcha de la clase va a ser cosa de todos y todas.
Una vez consensuada la nueva metodología, el alumnado, a partir de los contenidos que tienen que trabajarse en cada trimestre, se compromete por escrito a llevar a cabo determinadas actividades en relación con la calificación que quiere obtener (en cualquier momento a lo largo del trimestre, dicho "contrato" puede modificarse, de modo que también cambiaría la calificación, empeorando o mejorando, en función de que las actividades se reduzcan o se amplíen respectivamente).
Aunque no he renunciado a los contenidos del temario, por ser éste una exigencia legal del sistema educativo y porque las actividades planteadas en el aula nunca se dan en el vacío, sino que hacen referencia a determinados contenidos, se introducen otros que parten de los intereses de los chicos y chicas (a veces, yo, como profesora, también hago sugerencias al respecto). Dichos contenidos, tanto unos como otros, se trabajan de distintas formas, las cuales son el resultado de la negociación y el diálogo constantes. En principio, se pedirá a cada grupo que sugiera actividades, formas de trabajar los contenidos establecidos para su curso, además de los que ellos y ellas han sugerido. Así, cada alumno y alumna, individualmente, decidirá las actividades a las que se compromete en cada trimestre (con la posibilidad de renegociarlo en cualquier momento), pudiendo realizarlas de forma individual o colectiva (aunque por mi parte se promueve el trabajo en equipo) y establecerá la calificación que pretende como nota final de cada trimestre, teniendo como referente unos mínimos establecidos que habrá que cumplir y que han sido negociados previamente (en mi caso, esos “mínimos” a los que hago referencia, suelen ser un trabajo de investigación relacionado con alguno de los contenidos del temario, que es revisado periódicamente, y su posterior exposición en clase, enfocada de la forma más atractiva posible; dos o tres comentarios de texto por trimestre y; al menos, una actividad planteada por ellos/as). A partir de ahí, la metodología se va construyendo en función de las necesidades de cada actividad. Todo ello individualmente con la profesora, pero estando presentes el resto de miembros del grupo, que podrán, en cualquier momento, sugerir u opinar acerca de lo que cada alumno o alumna propone.
Algunas de las actividades que, hasta el momento, se han realizado en clase para trabajar tanto contenidos como competencias básicas y que han sido propuestas por los chicos o chicas y por mí misma, son las siguientes:
Comentarios de texto.
Canciones, películas, vídeo-clips, obras de teatro...
Autobiografías.
Análisis de textos publicitarios.
Creación literaria (poemas, relatos, cómics, textos periodísticos...)
Actividades del libro de texto.
Juegos reinventados por ellos (bingo, trivial, pasapalabra...).
Entrevistas.
Murales.
Trabajos de investigación
Exposiciones orales.
Grabación de cortos, documentales, vídeo-clips...
Representaciones teatrales y dramatizaciones.
Grupos de lectura y tertulias literarias.
Elaboración de un guión radiofónico.
Debates.
Elaboración de un periódico/revista.
Especialistas (un alumno/a o grupo de ellos/as se “especializa” en un tema determinado y lo explica a sus compañeros/as).
Estudio del tratamiento de un tema determinado (ej. AMOR) a lo largo de la literatura o en un autor o corriente literaria concretos.
Actividades que relacionan mi asignatura con otra/s (literatura/música, literatura/historia, lengua española/lengua inglesa...).
Presentaciones power-point.
Blogs.
Web-quest.
Etc.
En cuanto a los recursos utilizados serán, en cada caso, los que resulten pertinentes para cada actividad y para cada alumno o alumna (contando a veces con la orientación de la profesora).
En la práctica diaria, el alumnado que no participe directamente en algunas de las actividades que se están desarrollando en ese momento, podrá también opinar, reflexionar en voz alta, dialogar y valorar (evaluar). Cabe la posibilidad de que ciertas actividades se vayan perfeccionando, cambien de enfoque, o incluso se dejen de realizar porque cierto alumno, alumna o grupo (mediante la negociación con el resto de sus compañeros y compañeras y con la profesora) así lo decidan.
Antes de establecer ese compromiso inicial, hay que llegar a acuerdos concretos acerca de la valoración de las distintas actividades propuestas. Por supuesto, en este sentido, debe quedar claro desde el principio que la calificación final dependerá, no tanto de la actividad en sí, como del modo en el que se realice; no tanto de la “cantidad” como de la “calidad” del trabajo realizado.
Evidentemente, durante todo el proceso, la actitud del alumnado es muy tenida en cuenta: se trata de que sea capaz de elegir, reflexionar, comentar críticamente una situación del aula, aceptar la autocrítica, valorar el trabajo en grupo, considerar el aula como un lugar de convivencia pacífica y de interacción de culturas, desarrollar la capacidad de escuchar, asimilar el concepto de responsabilidad compartida, etc.
Por otra parte, aunque los resultados son muy importantes, se pone bastante énfasis en los procedimientos. A pesar de que siempre son necesarios ciertos conceptos sobre los que trabajar, el propio proceso de trabajo en el aula (con una metodología basada en la participación, la negociación y la evaluación) es ya un contenido en sí mismo. El trabajo sobre procedimientos va a conducir, unido a la capacidad de toma de decisiones del alumnado, a que se produzca el auténtico “aprender a aprender”, partiendo de los propios intereses del alumnado, de modo que cada vez los alumnos y alumnas sean más capaces de seleccionar información, organizarla, transmitirla, reflexionar sobre ella y reflexionar sobre el propio proceso llevado a cabo. El aprendizaje así entendido, junto a la autonomía, participación, negociación, evaluación y toma de decisiones, conducirá a una auténtica democratización del aula.
Una vez decididas las actividades, se elaborará un calendario trimestral para trabajarlas en el aula. Su función es la de coordinar al grupo y que se puedan exponer o presentar a la clase todas las actividades propuestas.
Al final de cada exposición se hace una valoración de la misma por parte de la/s persona/s que expone/n, la profesora y el grupo-clase, en la que se discutirán los “puntos fuertes”, los aspectos mejorables, otros recursos que podrían haberse utilizado, etc.
En este calendario, también se prevé dedicar algunas sesiones (en principio, una vez cada quince días) al trabajo con grupos heterogéneos, para hacer una revisión o repaso de lo trabajado hasta ese momento. Pensamos que organizar grupos de alumnos y alumnas es la más didáctica de las formaciones políticas, cívicas y democráticas, porque en el ejercicio del poder dentro del grupo tales valores serán descubiertos por los participantes del proceso. El aprendizaje grupal afecta al rendimiento académico de los y las participantes y a las relaciones socioafectivas que se establecen entre ellos y ellas. Se usa para disminuir la dependencia de los profesores que tiene el alumnado, aumentar la autonomía y compromiso en su propio aprendizaje y producir interacciones de igualdad. Durante el presente curso, además, existe la posibilidad de trabajar con grupos interactivos1, que pretenden, entre otros objetivos, disminuir la competitividad y generar solidaridad, además de aumentar simultáneamente el aprendizaje académico y la participación del alumnado en las clases.
Por último, al final de cada trimestre, se planteará una sesión de autoevaluación y coevaluación. En esta sesión (previa a las juntas de evaluación), cada alumno o alumna, en presencia del grupo-clase, defenderá la calificación que cree que le corresponde según su compromiso inicial, la apreciación de su trabajo y las consideraciones de sus compañeros y compañeras y de la profesora. La evaluación entendida como comprensión, puesta en común de las valoraciones del alumnado y de la profesora, encaminada a la mejora de los aprendizajes y de la calidad de las actividades realizadas en el aula, es el segundo de nuestros principios metodológicos. Las valoraciones pueden llegar a ser constantes, permitiendo reconducir los aprendizajes, descubrir puntos de vista, dialogar y buscar consensos en todo momento. La evaluación es considerada aquí el centro de toda la actividad educativa, la que condiciona todo el proceso, entendiéndola como mejora. Si no se van produciendo mejoras a lo largo de un trimestre, o un curso escolar, probablemente no se estarán produciendo aprendizajes. La evaluación es inherente al propio aprendizaje. Lo que se entienda por “mejora” con respecto a “lo anterior” también es consensuado entre la profesora y cada grupo de alumnos y alumnas. Es importante que individualmente podamos valorar nuestro propio proceso, pero siempre contando con la voz del resto del grupo, que han sido espectadores excepcionales del proceso seguido. Las sugerencias en grupo, las reflexiones individuales en voz alta, serán los auténticos instrumentos de evaluación.
Ya que es imposible evitar la calificación, también se utilizará como elemento de justicia social en el aula. Entre todos y todas reflexionaremos sobre “lo que es justo” para cada alumno y alumna a la hora de establecer calificaciones, del mismo modo que hicimos con la evaluación: comentando puntos de vista, valoraciones, que en el caso de la calificación darán lugar a un consenso (de cada alumno y alumna individualmente, con respecto al grupo y a la profesora) sobre lo que debe aparecer en el expediente académico.
Los principios y procedimientos anteriores referidos a la evaluación del alumnado también serán aplicables en el caso de la evaluación del propio sistema, la evaluación de las innovaciones introducidas, e incluso la evaluación de la profesora. Los juicios de valor sobre el propio sistema utilizado en la asignatura de lengua española y literatura también formarán parte de la evaluación constante, mediante el diálogo, la participación y la negociación.
Para hacer el seguimiento de las actividades, además de las fichas individuales de cada alumno y alumna, que me sirven para ver en un golpe de vista cómo se va produciendo la evolución de cada uno/a de ellos/as, utilizo un “diario de clase” en el que voy anotando todas las valoraciones y consideraciones personales acerca del desarrollo de cada sesión. Estos instrumentos son necesarios para reflexión y mejora tanto del alumnado como del propio proceso de enseñanza-aprendizaje. También cada alumno o alumna tiene su propio “diario de actividades”, en el que hacen un resumen de cada actividad presentada, así como una valoración personal de la misma. En ambos diarios (el del alumnado y el mío propio) también quedan reflejadas las conclusiones a las que se llega tras el debate que se establece después de las exposiciones.
Además, en todos los grupos-clase que así lo deciden, se redacta un Diario de clase en el que cada persona que lo desee puede escribir cualquier cosa que le apetezca o le parezca importante, relacionada con lo ocurrido en clase o fuera de ella, así como textos propios o de algún autor/a conocido/a, sugerencias, etc. Este diario se utiliza como un instrumento más de comunicación entre mis alumnos y alumnas y yo y como un lugar en el que los chicos y chicas pueden expresarse libremente.
4 comentarios - Click aquí para comentar :
Una pregunta:
Usted hacia examenes??
La verdad es que estoy muy interesada en su metodo
FDO: Rocio
Hola Rocío. Me ha hecho mucha ilusión leer tu comentario y saber que estás interesada en mi metodología de aula. Estoy a tu disposición para todo lo que quieras saber. Podemos seguir la conversación en este foro o, si te apetece, puedes preguntarme todas tus dudas o curiosidades escribiéndome un e-mail a la siguiente dirección: mariadelmar@utopiayeducacion.com.
Muchas gracias y un saludo.
María del Mar.
Hola María del Mar.
Me resulta muy interesante tu metodología, por ahora estoy haciendo sustituciones, espero algún día poder estar en el mismo colegio un curso completo y empezar a trabajar de esta manera.
¡¡¡¡Gracias por tu trabajo, que inspira el de muchos otros!!!!
Hola, María del Mar. En primer lugar, bravo. Es tan inspirador encontrar profesores que no dejan de renovarse buscando sacar lo mejor de sus alumnos. Yo me llamo Natalia y hace menos de un año he terminado el Máster en Formación del profesorado. Ahora mismo me encuentro inmersa en el desarrollo de mi Programación didáctica para presentarme a las oposiciones. Buscando nuevas metodologías más productivas y atrayentes para los alumnos, me he encontrado con tu blog. Estoy diseñando un plan de lectura en el que, sin duda, voy a tener en cuenta todas tus consideraciones. Uno no puede leer obligado, así que qué mejor que encontrarte con experiencias tan democráticas como esta. Aprovecho para lanzarte también una pregunta. ¿Crees que este modelo es defendible en una oposición? Te lo pregunto porque creo que quedan de lado algunos conocimientos. No lo critico, porque lo que tus alumnos aprenden son herramientas, que le van a ser mucho más útiles en la vida. Pero, ¿qué hay del análisis sintáctico o del reconocimiento de los tipos de texto? ¿Llegan tus alumnos a saber diferenciar géneros o categorías gramaticales con este sistema?
Enhorabuena de nuevo.
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