"Entre dos aguas y un exiguo timón", por Ros Marí Baena García

Capaz, este no es el título más idóneo para un artículo sobre el cambio de paradigma educativo en el que estoy inmersa desde hace cinco años, pero es como lo siento en este momento.

Ahora que estamos recogiendo las aulas, vacías de risas y palabras, nos toca recoger nuestras experiencias para llevarlas a una reflexión productiva que nos permita continuar el viaje.


Hace tres cursos tomé la decisión (después de unos años de análisis de la realidad educativa) de marcharme a una escuela rural a empezar un nuevo sendero donde su tránsito fuera igual para alumnado, familia y docentes. Donde el aprendizaje holístico, integral y respetuoso fueran los pasos certeros del mismo. Diseñé un proyecto donde todo el proceso de enseñanza aprendizaje estuviera vertebrado desde el eje de la expresión artística, fuera cual fuera la técnica utilizada (artes plásticas, musical, literaria, etc.) pensando que éstas serían las más idóneas para desarrollar los conceptos, las actitudes y aptitudes que hicieran que el alumnado fuera lo suficientemente competente para analizar e interactuar con su realidad y que ésto les permitiera, en definitiva, ser feliz. Manteniendo, siempre, el currículo prescriptivo, pero dotándolo de unos cambios metodológicos que nos regalaran la oportunidad de vivir el aprendizaje de forma natural y lúdica.


Escogí una escuela Rural porque veía necesario un contacto con la naturaleza, que de forma continua hemos abandonado y que nos ha ido marchitando. Para ello este tipo de escuelas ofrecía un entorno inmejorable, que además permite vivenciar el ecosistema sin necesidad de las editoriales con sus libros de "textos nuestro de cada día". Sentía, y siento, que el poder meditar en un entorno natural, pasear, describirlo o pintarlo pasaba por respirarlo y no otearlo en una fotografía. Además estoy convencida que el juego libre y con movimiento, es tan vital para un niño como el alimento físico.

Poco a poco aprendimos, mis pequeños maestros y yo, que pintar un cuadro, escribir un poema, realizar un proyecto, caminar un barranco, jugar entre dragos, ovejas y flores, reciclar, coser, cocinar una receta, escribir cuentos para sentir, los dictados para pensar, vibrar con el teatro de las emociones, la indanza y un sin fin de actividades (algunas son impartidas por las familias) que proponen o propongo, era mucho más instructivo que la memorización o la realización de actividades mecánicas, dictadas desde despachos, que además no tienen un porqué y que además nos llevaba, inevitablemente al hastío. Las actividades que realizamos nos ayudan a ser competentes en todos esos estándares de evaluación que nos sugiere la Ley Canaria de Educación (recurrida por el gobierno del estado, pero la mejor que se ha planteado, hasta ahora, en Canarias) y sobre todo competentes para ser feliz sin renunciar a desarrollarnos como seres humanos.

Pero entre dos aguas nos vemos las familias y los docentes que estamos realizando ese salto paradigmático, que muchas veces parece al vacío, cuando la administración y este sistema social, diseñado para la competitividad, obviando el fracaso escolar por hastío del alumnado que no disfruta con lo que se hace en los Centros de Educación, prima una enseñanza que poco tiene que ver con las necesidades actuales de nuestras hijas e hijos. Es un estar entre dos aguas si además lo que priman son los centros masificados donde el profesorado apenas
puede ejercer su profesión con calidad por la obligada masificación. Estos centros que no ofrece más posibilidades que ser un mero gestor de editoriales y tiempos escasos para desarrollar un aprendizaje con seguridad. "Es la educación del aprendizaje de los cuarenta y cinco minutos y compartimentada".

Cada final de curso me pregunto en qué puedo mejorar, pero este curso me han asaltado otras más voraces y son: ¿de verdad nuestros niños y jóvenes se merecen lo que estamos haciendo con un periodo tan importante de sus vidas? ¿Es tal la ceguera que no nos permite ver lo evidente? Yo por mi parte seguiré regalando motivos para aprender desde las risas, desde la admiración a la naturaleza, a la oportunidad para que sean capaces de construir un mundo mejor, ese que no pudimos construirles nosotros, aunque sigamos pensando que "todo lo que hacemos es por el bien de ellos".

Ojalá que además seamos muchos más (alumnado, familias, docentes y administraciones) los que agarremos con fuerza este, por ahora, exiguo timón que llevamos muchas familias y docentes y sea inevitable esa máxima de: "Otra educación pública es posible".


Ros Marí Baena García.

Activista de "Otra educación pública es posible".

Y directora del CEIP CAIDEROS

2 comentarios - Click aquí para comentar :

orma dijo...

Gracias por regalarnos este artículo Ros Marí. Me has hecho reabrir los ojos. Tus palabras me han resonado en el corazón. A veces, perdemos el norte entre tanto contenido, libros y currículos sin sentido. Hoy me siento un poco más convencido de que el cambio es posible. Gracias por tu inspiración. Un abrazo muy fuerte!!

Unknown dijo...

Hola Ros! recibe desde Argentina nuestra solidaridad en tu proyecto , somos muchos los que compartimos este pensar y sentir.
Abrazo
Sandra Hernandez S.